Alfreda tiene apenas 21 años y Antonio
68, juntos decidieron romper con los prejuicios y sellar su amor a través del
matrimonio.
A contramano de los estereotipos y
las críticas, la joven aseguró que lo suyo no es una historia “extraña” sino de
esfuerzo y compromiso mutuo. Fruto del trabajo compartido, lograron levantar
una vivienda y comprar un automóvil con el que recorren a diario las calles de
su barrio.
Lejos de esconderse, se los ve activos,
unidos y con proyectos en común. “Estamos construyendo nuestra vida juntos”,
dijo ella, con firmeza.
Vecinos de San Ignacio cuentan que
los ven todos los días trabajando, emprendiendo y compartiendo lo cotidiano sin
dar lugar al qué dirán.
En un contexto donde muchas veces
el amor se mide por parámetros externos, esta pareja demuestra que el único
parámetro que vale es el que nace desde el corazón. Y que no hay edad que frene
el deseo de vivir en libertad y apostar por un futuro compartido.
Porque a veces, lo que algunos
llaman “insólito”, otros lo llaman amor verdadero.